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Kylian Mbappé admite que el Real Madrid "jugó muy mal" en las derrotas contra el Atlético de…

A lo largo de los tres partidos, los problemas de Los Blancos se han repetido con una preocupante consistencia. El empate contra el Rayo fue el ejemplo más claro de un equipo que dominó la posesión pero creó muy poco. El Madrid pasó largos períodos circulando el balón sin propósito, luchando por encontrar amplitud o acelerar el juego. Sus delanteros fueron desplazados a zonas centrales abarrotadas, la forma compacta del Rayo cortó las líneas de pase, y aun con más de 20 disparos, el Madrid rara vez pareció estar cerca de anotar. La falta de movimiento sin balón y la ausencia de un pase final decisivo hicieron que toda la actuación fuera predecible y fácil de defender.

El partido contra el Atlético siguió un patrón similar pero expuso al Madrid en ambas áreas. El equipo de Simeone fue más intenso, más rápido en las transiciones y mucho más decisivo en los momentos clave. El Madrid perdió repetidamente los segundos balones en el mediocampo y nunca estableció el control. Al avanzar, crearon muy pocas oportunidades significativas, a menudo apresurando sus acciones finales o chocando con las líneas defensivas organizadas del Atlético. Fue un recordatorio de que cuando el ritmo del Madrid cae, su estructura se vuelve rígida, y los equipos con disciplina pueden cerrarlos sin mucha dificultad.

La derrota contra el Liverpool fue la más alarmante desde un punto de vista táctico. La presión de Anfield ahogó al Madrid desde el primer minuto, forzándolos a pases apresurados y aislando a Mbappé y Jude Bellingham en la parte alta del campo. Incluso en períodos de posesión controlada, el Madrid no representó casi ninguna amenaza, terminando el partido con solo un tiro a puerta. Liverpool expuso lo limitada que se ha vuelto la variedad ofensiva del Madrid con construcciones lentas, poco movimiento coordinado, y muy pocos patrones diseñados para vencer una presión agresiva.

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