Laporta evidentemente no tomó en serio al City, y la oferta accidental solo puso de relieve lo amateur que era la operación del club en ese momento, apenas un día después de su adquisición multimillonaria. El equipo continuó mostrando una ambición enorme, aunque descoordinada, en el mercado de fichajes: en la ventana de enero intentaron fichar a Kaká, ofreciendo al AC Milan unos 106 millones de euros y al brasileño un salario de aproximadamente 585,000 euros por semana.
Kaká rechazó la oferta, y los aficionados del City, uno de ellos incluso haciéndose un tatuaje con el nombre del jugador, tuvieron que conformarse con incorporaciones como Craig Bellamy y Nigel de Jong. Garry Cook, el CEO en ese momento, terminó saliendo del club en desgracia dos años después, tras enviar un correo burlón a la madre y agente de Nedum Onuoha, jugador del City que luchaba contra el cáncer.
Cook fue reemplazado por Ferran Soriano, seguido más tarde por su antiguo colega Txiki Begiristain, y cuatro años después llegó Guardiola, poniendo fin a la reputación del City como un club que nadie tomaba en serio. Cuando Messi dejó el Barça, irónicamente, tras las falsas afirmaciones de Laporta de que podían permitirse renovar su contrato, el City era uno de los pocos clubes, junto al PSG, que realmente podía hacerlo.
Esta vez, el City no mostró un interés urgente por Messi, habiendo ya firmado a Jack Grealish por unos 117 millones de euros, y centrando su atención en la próxima superestrella del fútbol, Erling Haaland. Fichajes de última hora como la llegada de Gianluigi Donnarumma en septiembre son ahora eventos poco frecuentes para un club que planifica cada gran operación con antelación. Una oferta equivocada, realizada mientras un negociador disfrutaba de un masaje, hoy sería impensable.